Tim Friede se sentía especialmente deprimido el día siguiente a los atentados del 11 de septiembre de 2001, así que bajó a su sótano y dejó que dos de las serpientes más mortales del mundo lo mordieran. Cuatro días después se despertó de un coma.
De 2000 a 2018, se dejó morder por serpientes más de 200 veces, y se inyectó su veneno en más de 650 ocasiones. Friede soportó este dolor porque quería lograr inmunidad total al veneno, una práctica llamada mitridatismo que nadie debería intentar por su cuenta.
Un par de años después de empezar ese peculiar experimento, Friede tuvo la idea de que él podía ser la base para un mejor tipo de antídoto.
Ex mecánico de camiones, sin título universitario, luchó durante mucho tiempo para que los científicos lo tomaran en serio. Al fin, el mes pasado, un estudio publicado en la prestigiosa revista Cell mostró que los anticuerpos de su sangre protegen contra varios venenos de serpiente.
Ahora, los investigadores esperan que la hiperinmunidad de Friede pueda incluso llevar a un antídoto universal. La mayoría de los sueros antiofídicos actuales sólo cubren una o algunas de las 600 serpientes venenosas del mundo.
Según la Organización Mundial de la Salud, hasta 138.000 personas mueren por mordeduras de serpiente cada año, mientras que 400.000 sufren amputaciones u otras discapacidades. Se cree que estas cifras están muy subestimadas porque las víctimas suelen vivir en áreas remotas y empobrecidas.
La primera mordedura de Friede fue de una inofensiva serpiente de jardín cuando tenía cinco años. “Tenía miedo, lloré, salí corriendo”, dijo Friede, que ahora tiene 57 años y vive en una pequeña ciudad de Wisconsin. Entonces comenzó a llevar serpientes a casa y esconderlas en frascos de pepinillos. Su madre buscó asesoramiento, pero su interés por las serpientes persistió.
Las cosas se intensificaron después de que Friede asistiera a una clase donde le enseñaron cómo “ordeñar” serpientes para obtener su veneno.
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